SUJETO Y OBJETO

¿Por qué lloras tan a menudo? Por la misma razón por la que río tan a menudo.

Glennon Doyle Melton

En un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y ambiguo, parece que escasean las indicaciones precisas que nos orienten hacia más certeza y claridad en nuestra vida. Escasean las indicaciones que nos devuelvan a ese anhelado espacio de paz, plenitud y bienestar que intuimos que existe.

El asunto es cristalino. Cuanto más miremos hacia las condiciones del mundo, cuanto más tratemos de encontrar certeza y estabilidad en lo cambiante, en el mundo de los objetos -ilusiones o experiencias-, más erramos, inocentemente, el tiro y mayor y más permanente es el sufrimiento en nuestra vida.  

Ser arrojado

Todo lo que es, es decir, todo lo que existe permanentemente, eres tú. No lo des por hecho. Compruébalo por ti mismo, AHORA. Si no lo compruebas, convertirás este texto en otra (inútil) reflexión filosófica. 

Dicho de otro modo, sólo tu eres absolutamente real, o bien, solo tu eres Verdad.  Esta afirmación, aunque simple, encierra una profundidad que trasciende tu condicionada comprensión ordinaria. Cuando te identificas con los objetos que percibes, cuando piensas que eres tu cuerpo y tu mente, te sumerges inmediatamente en un mar de confusión y malentendidos. De repente eres alguien separado, un “ser arrojado” como decía Heidegger, a un mundo y a unas circunstancias en las que tienes que luchar por sobrevivir. En ese instante se activa la inercia del miedo, la inseguridad y el control. Se activa el sufrimiento.  

Pero si miras con atención y atraviesas ese condicionamiento aprendido, te podrás dar cuenta que no eres tu cuerpo como tampoco eres tu mente. La realidad de TI no comparte los destinos de cuerpo y mente. Cuerpo y mente son simplemente objetos variados -sensaciones, percepciones, pensamientos e imágenes-, que, como todo lo demás conocible, aparecen y desparecen en “lo que es”: en ese vasto e ilimitado campo de realidad, o sea, en ti.

Falso Refugio

Así podemos deducir con firmeza que los objetos no tienen existencia propia o independiente; son meros reflejos en el espejo de tu conciencia, es decir, todo objeto es pura experiencia apareciendo en ti.  Al buscar sentido o refugio en los objetos, solo encuentras fragmentos distorsionados o intermitentes de la verdad o totalidad que eres. Los objetos no tienen “capacidad” para darte la paz o la plenitud que buscas.

No obstante, cuando logramos alcanzar u obtener ese objeto o logro concreto, el cese momentáneo de la búsqueda disuelve el velo que parecía cubrir la Paz que eres. Sientes paz, no porque hayas alcanzado el objeto deseado, sino porque has interrumpido momentáneamente la búsqueda. En ese momento todo es un SI al momento presente. No hay resistencia, no hay búsqueda… y solo queda lo que es: Paz y Plenitud.    

Por otro lado, preguntarte «¿dónde estoy yo?» en relación con los objetos es un ejercicio abocado al fracaso. Tú, como realidad de todo lo que es, no puede ser percibido como un objeto más, al igual que el ojo no puede ser visto o la escucha no puede ser escuchada. La pregunta “¿Dónde estoy yo?”  te resitúa inmediatamente en el buscador, te resitúa en “alguien” tratando de conseguir “algo” para obtener la paz.

Tu eres, en definitiva, quien conoce objetos o experiencias y no puede ser conocido (como objeto), pero si reconocido como realidad última -o primera- de todo lo que es.  

Re-conexión

Tu eres aquello que conoce todo objeto o experiencia. Por lo tanto, aquello que puedas percibir, aquello que puedas señalar, no es más que otro objeto apareciendo en ti, consciencia absoluta.

No importa la forma que tome el momento presente; lo primordial es reconocerte como el conocedor o consciencia de toda ilusión o de toda forma. Eres la fuente de todo lo percibido, no un objeto más entre otros.

Esta comprensión disuelve la ilusión de separación y nos reconecta con la totalidad de la existencia. Es la vuelta a casa que te reconecta a ti. Esta expresión de “vuelta a casa” es una concesión porque realmente nadie sale de ningún lugar y nadie regresa o se reconecta porque nunca ha habido una separación real, tan solo aparente o ilusoria.

La disolución de la aparente separación la experimentamos como paz, plenitud, o libertad. Se disuelve al buscador que trata de, continuamente, mejorar y mejorarse para encontrar la plenitud que ignora que (ya) es. 

Transitorio     

El reconocimiento de “YO” se puede revelar como un discernimiento cristalino entre aquello que es permanente y aquello que es temporal, es decir, aquello que siempre es, fue y será libre, sin ataduras ni condiciones, ni causalidades intermediando entre formas y fenómenos. Este reconocimiento libera a la mente pensante de las ataduras de la superpuesta falsa identidad, del ego, y permite un reconocimiento más fundamental de lo real.

Todo objeto -experiencia o ilusión- es transitoria o como dicen los budistas, impermanente. Nada que sea transitorio o impermanente puedes ser tu. Compruébalo, ahora. El sujeto de toda experiencia, no puede ser un objeto -el ojo no se puede ver a si mismo- y no comparte las cualidades de ningún objeto.

Como dice el Viveka Chudamani, la gran joya del discernimiento, “Aquel que distingue entre lo real (permanente) y lo irreal (transitorio) (…) obtiene la libertad suprema”  

Disolver la separación

Con este reconocimiento, nos podemos dar cuenta de que todos los objetos y situaciones son manifestaciones temporales de la misma esencia; una expresión de ti apareciendo en ti. Este entendimiento profundo no solo transforma tu perspectiva, sino que también cambia la forma en que interactúas con el mundo, disolviendo fricciones y desplegando una vida de mayor paz y coherencia.

Ya no hay necesidad de extraer la paz de un objeto, experiencia o logro, o defender con uñas y dientes tu aparente territorio conquistado, porque el reconocimiento claro de que eres la paz que sostiene todo lo que es, disuelve la lucha.  Tu eres lo buscado. La búsqueda (y el sufrimiento asociado) cesa con la disolución (momentánea) del buscador.

Ilusión 

La ilusión en el contexto de la experiencia humana es la forma que toma la realidad ahora. Es así como experimentamos lo creado.

La ilusión es necesaria para la creación. Sin ella no habría manifestación. Por lo tanto, lo que en tradiciones como el budismo se conoce como Maya o el velo de Isis en la filosofía hindú, la ilusión, no es necesariamente negativo. Representa cómo todo lo que es, objetos, paisajes, personas y toda la realidad perceptible, toman forma de realidad.

Como metáfora, la ilusión es la forma que toma la pantalla en el momento. La pantalla toma forma de película y ambas aparecen simultáneamente y no se excluyen mutuamente.

Además, la pelicula, lo experienciado o lo ilusorio, no condiciona ni altera en absoluto aquello que lo sostiene, la pantalla. Es decir, ninguna experiencia condiciona ni altera la realidad de ti.  

¿Eres pelicula o eres pantalla?

 Esa es la cuestión fundamental. Eres ambas. Eres la pantalla tomando esta forma (de película) en este momento. Eres este momento. Cuanto más lo comprendes menos en conflicto estarás con el momento presente. Estar en conflicto con este momento es, literalmente, estar en conflicto “contigo”.  No vives en un momento, sino eres este momento desplegándose.

No vives atrapado en una experiencia, sino todo lo contrario: toda experiencia aparece y desaparece en ti. Eres aquello que crea, conoce y contiene toda experiencia. Con más precisión, eres la totalidad tomando forma de este momento (o de esta experiencia).

En el instante en que te identificas con la película, es decir, con la experiencia exclusivamente, se crea la ilusión de separación y, por tanto, se activa el sufrimiento.  El sufrimiento es la ilusión de separación.

Ignorancia

La ignorancia, por otro lado, es el no-reconocimiento fundamental de lo Real. Ignorancia, seria pensar que solo hay pelicula y no hay pantalla. Ignorancia es pensar que eres la pelicula, que eres ese fragmento de la totalidad tomando esta forma. Ignorancia es pensar que eres un objeto más en un mundo de objetos, tratando de sobrevivir.

Nuestra comprensión ordinaria nos sitúa como un objeto más naciendo y muriendo en un mundo separado en el que hay que luchar para sobrevivir.

Por lo tanto, no es cuestión de ver algo diferente a lo manifestado. No es cuestión de modificar la mirada o la comprensión para dejar de ver la ilusión. Es cuestión de comprender que hay algo fundamentalmente más cierto en esta experiencia que estoy viviendo.

No es cuestión de no identificarte con el protagonista cuando vas al cine y no te arrastre la trepidante acción, sino más bien reconocer que estas sentado en la butaca del cine viendo la película, y la acción, por muy trepidante que sea, no te va a dar ni quitar un ápice de tu naturaleza primordial. El espejo nunca mejora o empeora con lo reflejado.

 Este reconocimiento de lo fundamentalmente Real será inestable, y llegará (o no) y se disolverá (o no), Pero cuanto más te vayas afianzando más te permitirás mezclarte con el misterio de la vida. Te dejarás llevar por el rio de la vida porque, no importa lo que ocurra, no mejora ni destruye quién eres.   

Epílogo

En esta búsqueda constante de paz y plenitud en un contexto tan volátil, es muy fácil seguir errando y afianzando el sufrimiento que ya enfrentamos. Sin embargo, si logramos comprender con más nitidez quienes somos y que es la experiencia, podemos encontrar terreno fértil para que se revele una paz más real.

Reconocer la impermanencia de los objetos y reconocer que somos sujeto de toda experiencia nos recoloca en nuestra identidad más real. Nos coloca en la realidad. Así, dejamos de buscar paz donde no se encuentra y lo que es, paz y plenitud, emergerá sin fricción. Llorar o reír serán tan solo experiencias incausadas tomando esta forma en este momento. La identidad personal se disuelve y ya no busco razones en mi historia personal para comprender el suceder sino reconozco todo acontecer como movimiento impersonal de la vida. 

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