CONSCIENCIA Y TRANSFORMACIÓN

Dos ejes determinan el progreso humano: una linea horizontal, que va anexando rizomáticamente territorio ignoto a nuestras capacidades y a nuestra comprensión del mundo, y una linea vertical, que va elevando la consciencia, ampliando la mirada hacia el mundo. Los ejes representan, por un lado, la evolución humana que se enmarca en el tiempo y en el espacio, lo existencial/horizontal- y la evolución de lo constante, permanente y eterno, lo esencial/vertical. Gurdjieff sostiene que las fuerzas de transformación reales actúan siempre sobre el eje vertical, es decir, que la evolución del hombre esta condicionada a la evolución de su consciencia. Parece entonces, cuanto menos, interesante, adentrarnos en algunas claves de la consciencia.

Consciencia en inglés, “awareness”, significa “darse cuenta”. Parece obvio que, cuanto más ampliamos nuestro “darnos cuenta”, mayor la capacidad de ver, comprender y responder al mundo. Podríamos decir que el nivel/calidad de vida, en un sentido muy amplio, corresponde y responde al nivel/calidad de consciencia. Y todo ello en cualquier plano vital, tanto en el individual/intimo como el personal/familiar/social o el laboral/profesional.

En mis retiros presento dos analogías poderosas, el círculo y el ascensor,  para explicar qué es la consciencia, y lo que es más relevante, las vías de evolución de la consciencia.

La primera analogía, define la consciencia como una circunferencia, dividida en dos semicírculos -consciente e inconsciente, luz y sombra-, que despliega un mayor o menor diámetro de apertura. El circulo refleja aquello que queda dentro o fuera de nuestro territorio cognoscible: evidentemente, cuanto mayor el diámetro de esta circunferencia tanto mayor nuestra capacidad de ver, comprender y responder al mundo.

El límite del diámetro, el sí mismo o Atmán para los Hindús, lo llamo horizonte de consciencia que marca la frontera que separa dentro y fuera; lo que está a nuestro alcance o lo que queda fuera. Ese horizonte de consciencia determina cuánto nos “vamos a dar cuenta”.

Ese límite u horizonte está hecho de las tres cualidades básicas que nos conforman: energía, afectividad y lucidez. En cada momento actúo y vivo en el mundo con nivel de energía, de amor o de sabiduría cuya onda de probabilidad infinita colapsa instante a instante en un punto específico de esa frontera. Cuanto mayor mi nivel de energía, cuanto mayor mi capacidad de amar y/o cuanto mayor mi sabiduría, tanto “más consciente” será mi respuesta al mundo.

Las tres vías de desarrollo de consciencia por lo tanto estarán en marcadas en la vía de la energía, de la materia o del faquir quien atraviesa los límites del cuerpo; la vía del amor, de la afectividad o del monje quien atraviesa los límites del corazón y la vía de la comprensión, la sabiduría o del yogui quien atraviesa los límites de la mente. El cuarto camino, como dice Gurdjieff es el camino que integra los tres anteriores.

La segunda analogía representa la consciencia como un ascensor transparente en el que viajamos. Y desde las diferentes alturas divismos distintos mundos. Cuanto más vamos ascendiendo mayor libertad voy adquiriendo y mayores posibilidades voy desplegando. Cada nivel de consciencia me va acercando a mayores niveles de Realidad.

En la planta baja divisamos la realidad objetiva: el mundo es tal cual lo vemos. El mundo corresponde y responde exactamente a lo que veo. Tu mente funciona como una cámara y todo lo que veo es exactamente lo que “hay allí fuera”. Es un mundo bastante peligroso de habitar. No siempre desde luego, pero muchas -quizá la mayoría- de las veces. Un mundo del que tengo que protegerme continua y convenientemente porque tiene acceso directo a mi experiencia vital. Si te quedas atascad@ en esa planta baja de la consciencia, donde todo es real y objetivo, tu experiencia de la vida, probablemente, será -en muchas ocasiones- bastante desdichada.

La mayoría de las personas no se quedan atrapadas allí sino siguen ascendiendo en el ascensor hacia la planta siguiente adquiriendo cierta perspectiva adicional sobre el mundo. Esta es la planta de la realidad subjetiva: la vida es tal y como yo la veo. Es la perspectiva de los estoicos de, marco Aurelio y de Epicteto quien dice que no son las cosas que nos inquietan sino las opiniones que tenemos sobre las cosas. Mi perspectiva o mi punto de vista determina mi experiencia. Hay un mundo allí fuera, pero tal y como lo veo, según las gafas que porte, es lo que va a determinar mi experiencia. Y así empiezo a tener posibilidades de elección: elijo mi actitud, elijo el ángulo de mirada del mundo. Y eso, evidentemente, me da mayor libertad y mayor capacidad de elección. El mundo es real, pero tengo opciones.

Pero el ascensor no para e esa planta. Y a medida que ascendemos vemos el mundo no como realidad objetiva o subjetiva, sino como realidad construida. En este nivel la mente deja de ser una cámara para ser un pincel que va dibujando en tiempo real el lienzo que vamos experimentando. Vemos que somos los creadores de nuestra experiencia y empezamos a vivir en una realidad mucho más líquida y fluida. En la medida que van cambiando las impresiones que van atravesando mi mente va cambiando la experiencia que estoy teniendo. Y el mundo, literalmente, es lo que pienso que es. Va cambiando mi experiencia del mundo y en el mundo y voy experimentando la vida de una forma más liberadora, porque estoy más alineado “a lo que es”, a la realidad. Ya no tememos nuestra experiencia, nuestras emociones y nuestro sentir, porque somos creadores de nuestra experiencia. El mundo empieza a ser un lugar más amable y menos peligroso. Si vemos un dibujo de un monstruo y nos damos cuenta que lo hemos dibujado nosotros, evidentemente, habremos desactivado el peligro. Es muy difícil angustiarse pro el contenido de esa realidad.

Los místicos dicen que este no es el nivel más elevado de consciencia alcanzable. Hay plantas superiores que podemos llamar estados conscientes de la ilusión. El mundo no obedece a una realidad objetiva, subjetiva o construida sino a una realidad ilusoria. Vivimos en un sueño divino suspendido entre los confines del tiempo, del espacio y de la materia. En este momento la mente no es una cámara o un pincel, es un caleidoscopio. Es la resultante del haz de luz atravesando impresiones, continuamente cambiantes, que cruzan nuestra mente. Un prisma donde la luz blanca de la consciencia atraviesa las impresiones resultando en experiencias vitales con los colores que extiende el arco iris. Y en ese nivel podemos ver, tal y como dicen lo místicos, la VERDAD de la existencia humana: somos UNO, somos uno con la luz, somos la luz. Somo uno con el amor, somo Amor. Somos uno con la Energía, somos Energía. Y este es el mensaje que vemos en todas las tradiciones espirituales del mundo.

 

 

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