Llegué a Piedralaves con una mochila cargada de miedos, prejuicios, escepticismo, enfado, curiosidad y esperanza. La paz que se respira nada más llegar abrió la mochila. A lo largo de un fin de semana infinitamente especial los sentimientos negativos fueron saliendo para ser reemplazados por otros que no soy capaz de explicar pero que me han abierto los ojos y mi interior a una nueva forma de entender las cosas en la que he aceptado que el sufrimiento sin resistencia es felicidad. Volví también llena de gratitud hacia un grupo de personas que no conocía y que me han regalado a sí mismas. Muchas gracias Helmar por ser y por mostrarme el camino de ser yo.