CREENCIAS

Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete.                             Woody Allen

 

El coaching, la psicología o el desarrollo personal están fundamentados en modelos, métodos y técnicas para ayudarte a encontrar la felicidad, el bienestar o el progreso que anhelas. Mediante modelos de pensamiento, de conducta, de gestión emocional, de funcionamiento de la mente, de consecución de objetivos, de alineación de chacras, de sanación de heridas emocionales y muchos más, tratan de guiarte al puerto anhelado.

Lector, párate un momento: ¿Realmente lo has conseguido alguna vez?  Quizás el alivio o la aparente solución aparezca en destellos puntuales. Pero lo único que ha ocurrido es un movimiento en el que el patrón de sufrimiento se ha interrumpido, y, antes o después, cuando menos te lo esperas, vuelve a rearmarse, y vuelves a estar encallado en un destino que parece no abandonarte. ¿Te suena?

Y es que todas estas disciplinas venden, sencillamente, conjuntos de creencias de todos los tamaños, formas, colores y sabores, más o menos bien empaquetadas y listas para el uso y disfrute del consumidor.

Creencias

Una creencia se puede definir como un hábito interpretativo, es decir, como una forma aprendida y condicionada con la que interpreto la realidad. Una creencia es un velo que cubre la que es, tal y como es: cubre la verdad o la realidad. Es un constructo de significados que trata de provocar sentido para acercarnos a la realidad. Pero ocurre todo lo contrario, nos aleja.

Lo describe muy bien Antonio de Melho: “¿Que has oído cantar a docenas de pájaros y has visto centenares de árboles? Ya. Pero lo que has visto ¿era el árbol o su descripción? Cuando miras un árbol y ves un árbol, no has visto realmente el árbol. Cuando miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto un árbol. ¿Alguna vez tu corazón se ha llenado de muda admiración cuando has oído el canto de un pájaro?”   

Un niño cuando le muestras el árbol o el canto de un pájaro ya no tiene una experiencia directa: ve el árbol o escucha el pájaro. La realidad queda superpuesta por una construcción de significados, una interpretación de esta. Se rompe el silencio del asombro que permite el encuentro con la realidad misma. La creencia opera así: superpone una interpretación a lo que es y corta con la experiencia radical y directa de la realidad. La interpretación siempre está vacía de realidad.

El problema de las creencias es que, muchas de ellas, son invisibles, -incluso parecen verdades, aunque no lo sean- acechan en las tinieblas y succionan nuestra vitalidad.   

 

Vampiros

Un vampiro es un ser mitológico que vive en las tinieblas (ignorancia), se alimenta de la sangre (vida) y es destruido por la luz (consciencia). No hay mejor metáfora para describir una creencia: el vampiro, vagando en las tinieblas de la ignorancia, sobrevive fagocitando la vida ajena de sus víctimas, alejándonos de la realidad-vitalidad. Solo la consciencia-luz puede destruir ese mal; una creencia solo puede ser destruida con la luz de la verdad. Por lo tanto, cuanto más nos movamos en la dirección de la realidad-verdad, más se disolverán creencias que lastran y condicionan nuestra vida diaria y mayor será tu experiencia de libertad y bienestar; por el contrario, cuanto más estés moviéndote hacia las creencias, mayor será el sufrimiento, la dependencia y el atrapamiento.   

 

Experimento

En un ensayo cognitivo conductual ataron a un caballo de tal manera que una de sus patas delanteras posara sobre un aplaca metálica conectada a un generador de corriente eléctrica. Enfrente colocaron un foco que, al activarlo, emitía una luz roja intensa.

El experimento consistía en activar la luz roja y al cabo de dos segundos generar una pequeña descarga eléctrica que obligaba al caballo, en un reflejo automático, levantar la pata delantera que posaba sobre la placa. Este experimento se repetía hasta que el caballo integraba la secuencia.

A continuación, se seguía activando la luz roja, pero sin emitir descarga eléctrica alguna. Evidentemente el caballo ya estaba condicionado, había asimilado la creencia que la luz roja provocaba la descarga eléctrica y ya no respondía a la realidad:  seguía levantando la pata cada vez que la luz se encendía. El caballo dejaba de estar en contacto con la realidad para responder a su creencia.

Para destruir esa creencia el caballo “tendría que probar”: dejar la pata sobre la placa para comprobar que la realidad ahora es distinta. El caballo, respondiendo a su creencia -y no a la realidad- es esclavo inocente de un comportamiento que cumple la secuencia de su proceso mental condicionado. Pero no lo sabe.    

Nosotros funcionamos como el caballo, respondemos a muchas creencias sin hacer el contraste que permitiría disolver la creencia. Simplemente tendríamos que volver la mirada a lo que es, y las creencias se irían desvaneciendo.  

 

Mitos

En el mundo de las creencias, no hay creencias limitantes y creencias potenciadoras como nos han ido contando durante tanto tiempo. Todo creencia, por definición, es limitante, porque separa de la verdad. O estas en la creencia, o estás en la verdad. No hay otra opción. Una creencia hay que defenderla, mientras la verdad no necesita defensa alguna. La verdad simplemente es.  En los procesos de coaching y, especialmente de PNL, caemos en la inocente trampa de querer cambiar creencias por otras -los 21 pasos para cambiar creencias limitadoras en creencias potenciadoras.   

Que pérdida de tiempo, energía y dinero. Yo lo estuve practicando y enseñando durante muchos años y me doy cuenta de lo absurdo y vano de ese intento. Jamás funcionó por mucho que me empeñara o que  libros y “maestros” trataran de convencerme de la factibilidad de esa vía. La pregunta es muy directa:  

¿Quieres armarte de mejores creencias? ¿quieres alimentarte de más engaño, de más creencias?  O ¿quieres estar en contacto con la verdad?

 

Verdad

Quid est veritas? Cristo nos da una respuesta muy clara: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Hay un correlato entre libertad y verdad y todos la intuimos. Y nos quedamos atascados en este punto. Para avanzar debemos deconstruir esa profunda frase. ¿Qué dijo Cristo, realmente? Él hablaba 4 idiomas: griego, latín, arameo y hebreo y, así, su cita original era otra mucho más precisa:” Conoceréis la aletheia y la emunah os hará libres”.

El griego utiliza aletheia, que significa “lo que no está oculto”, lo que está manifiesto, viene a ser descubrimiento. La falsedad, el pseudos, es su contrario, el encubrimiento. Así pues, verdad en griego es el descubrimiento de la cosa, el desvelamiento de lo que es.

En hebreo, el término emunah expresa la verdad en el sentido de confianza. Por lo tanto, primero hay que retirar el velo de lo oculto y eso nos traerá la confianza en lo que realmente es.

La verdad, por tanto, surge, espontáneamente, al poner luz en el pseudos que des-ocultará lo oculto. Y lo más oculto, es aquello a lo que más pegado estamos: nosotros mismos.

 

Ignorancia

Nuestra ignorancia fundamental reside en el hecho de que no reconocemos la felicidad como nuestra naturaleza esencial. La felicidad, la plenitud y la libertad es la naturaleza del ser.

La pregunta que surge es evidente: “Si es esta es mi naturaleza, ¿por qué no lo experimento todo el tiempo?

Todo el mundo tiene un sentido de ser uno mismo, pero no todo el mundo tiene un conocimiento muy preciso de sí mismo. Es esta falta de autoconocimiento que hace que nuestra naturaleza de plenitud y felicidad no sea experimentada plenamente. Por eso ponen tanto énfasis, tanto las tradiciones orientales y como occidentales, en el autoconocimiento. Remite a ello la insignia “Conócete a ti mismo” esculpido en el templo de Delfos. Es el reconocimiento de que, para encontrar la plenitud y la realización, tenemos que (re)conocernos en quienes esencialmente somos.

¿Por qué no nos conocemos a nosotros mismos tal y como somos? Porque la creencia o el sentido fundamental del sí mismo de las personas, esta confundido o identificado con el contenido de la experiencia. En este sentido, la identificación con nuestro cuerpo es la mayor creencia que limita nuestro reconocimiento esencial.   

Esta amalgama de nuestro ser esencial con las limitaciones de la experiencia resulta en ese ser ilusorio, ese ser separado al que también llamamos ego. Este ser ilusorio vela u oscurece la plenitud y la felicidad que somos…

Epilogo

Nuestro sufrimiento está ligado, tal y como y señala el budismo desde hace más de 2500 años, a los tres venenos esenciales: el apego, la aversión y la ignorancia.

1.- El apego o aferramiento al personaje o ego.

2.- La aversión al momento presente.

3.- La ignorancia de nuestra verdadera naturaleza.

 

De lo que se derivan tres creencias fundamentales:

1.- Yo soy mi personaje (yo soy así)

2.- Este momento no debería ser de esta manera (no debería estar pasando esto)

3.- Yo soy este cuerpo que habito (yo soy esto)

 

Cuanto más se refuerzan estas tres creencias, tanto mayor el sufrimiento que experimentamos. Jamás, en nuestra vida, hemos comprobado la legitimidad de esas creencias. Nadie nos ha invitado a mirar en otra dirección. Seguimos, inocentemente, siendo el caballo atado al poste reaccionando a una ilusión.

Simplemente, desde la experiencia directa -por esto se le llama el camino directo- date cuenta:

1.- Que el personaje/ego no es una entidad sino una actividad cambiante de la mente.

2.- Que este momento es todo lo que es.  

3.- Que tú eres la consciencia infinita, indivisible y eterna en la que aparecen, se despliegan e interactúan y desaparecen objetos de consciencia. Todo ello, objetos hechos de ti, apareciendo en ti y desapareciendo en ti.

Si pudiéramos ver de una, con claridad, con atrevimiento, que no somos aquello que pensamos, disolveríamos instantáneamente todo sufrimiento. Nos daríamos cuenta de que el sufrimiento no es otra cosa que la resistencia al momento presente y que esa resistencia no es otra cosa que la automática manifestación de la actividad de la mente (=nuestro personaje o ego) apareciendo en este momento.

Si pudiéramos ver esto con claridad, en cada momento, las tormentas, por muy fuerte y violentamente que desataran su furia, se disolverían inmediatamente, volviendo a emerger el brillo de nuestra auténtica naturaleza: Paz, Plenitud y Libertad.

 

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