ADICCIÓN: LA BÚSQUEDA DE LO REAL

El buscador debe desaparecer. Tu eres lo que estás buscando.

Nisargadatta Maharaj

La adicción es la forma de escapar de un sufrimiento interno, de la ansiedad y del malestar, y puede tomar múltiples formas, desde las adicciones a sustancias como el alcohol y las drogas, hasta las adicciones a las relaciones, al trabajo, a las redes sociales, a la comida, al deporte y bienestar, al dinero, al sexo o al poder. En esencia, cualquier pretexto recurrente que usemos para evadirnos de determinados sentimientos tratando de encontrar una sensación de alivio temporal puede convertirse en una adicción.

Nuestra cultura hedonista nos seduce constantemente ofreciendo “mejores experiencias” y nos invita, continuamente, a golpe de dopamina, esquivar cualquier malestar con atractivas ofertas o algoritmos tecnológicos que secuestran y van minando nuestra atención y voluntad, manteniéndonos en una búsqueda eterna y alimentando, así, la dependencia.

Especialmente en la sociedad occidental hemos desarrollado la fobia al dolor y nos hemos convertido en yonkis del placer inmediato que necesita la distracción o el chute como mecanismo de alivio en un mundo aparentemente atravesado por el estrés. 

La adicción es, a la vez, el malestar y la pretendida via para acabar con ese malestar. Es un patrón de comportamiento que surge cuando nos apegamos a algo externo para encontrar felicidad o satisfacción en lugar de reconocer esa paz como esencia innata de nuestra intima naturaleza.

La búsqueda de lo REAL

Con más precisión podríamos decir que la adicción es el condicionamiento del individuo buscando y tratando de acabar con una profunda sensación de carencia y separación que tiene que ser resuelta con urgencia.

Es importante comprender que la adicción no es una enfermedad, sino un condicionamiento que busca salida a un conflicto interno, al sufrimiento. Toda adicción persigue lo que todo ser humano en este planeta quiere, esencialmente: PAZ, PLENITUD, FELICIDAD, LIBERTAD.

La adicción es la búsqueda de nuestra naturaleza innata: PAZ, PLENITUD, FELICIDAD, LIBERTAD. Ergo, la adicción es la compulsiva (e ilusoria) búsqueda de lo real, de la identidad real. 

Incluso podemos profundizar un poco más. La adicción es, en lo nuclear, el individuo o “falso self”, carente, que busca alivio a una falta o vacío fundamental. El movimiento adictivo es el individuo buscando la PAZ o, dicho de otro modo, el individuo que busca el cese de la búsqueda. La adicción es necesidad de “algo” y el buscador o individuo es la manifestación temporal de la carencia activa o activada.

Luego, la adicción ES, en definitiva, el buscador, el individuo o el “falso self”. 

Perpetuar el sufrimiento

Si entendemos la adicción simplemente como una falta de voluntad personal  y tratamos de controlar o reprimir los síntomas y los hábitos compulsivos, antes o después, la adicción reaparecerá o tomará nuevas formas e incluso advendrá más virulenta, pudiendo llegar a ser crónica o (auto)destructiva.

Cada vez que (re)aparece el malestar, la desesperación o la urgencia de cambiar/evitar/destruir la sensación, la búsqueda se (re)activa tratando de hallar en el objeto/acción/sustancia el anhelado alivio, necesitando siempre una dosis mayor del supuesto remedio para reproducir el mismo efecto. Así (re)aparece y persiste la adicción.

Toda estrategia basada en la resistencia del impulso hacia el objeto de deseo o en la distracción o sustitución de la adicción, perpetua la dependencia y mantiene el sufrimiento. Las estrategias de resistencia prolongan la lucha y favorecen la reaparición de la adicción.

Así, por ejemplo, el método de los alcohólicos anónimos requiere en sus procedimientos estricto control y voluntad (“llevo 3 meses, 2 semanas, 4 días y 3 horas sin beber”), esto es, resistencia, que parece ser la única alternativa posible en nuestra cosmovisión occidental. Pero toda estrategia basada en el control y en el sometimiento perpetúa la lucha, perpetúa el sufrimiento, perpetúa la contracción de nuestro bienestar fundamental.        

Angustia de separación

El origen de la adicción no está fundamentado en un desarreglo psicológico-químico-orgánico sino en la profunda creencia de que se es un individuo separado, limitado y localizado en un cuerpo-mente.

La forma común en la que esa profunda sensación de separación se manifiesta es el rechazo al momento presente: “no me gusta lo que, en este momento, está sucediendo” o “me gustaría que, en este momento, sucediera algo diferente”.

El movimiento de apego-aversión, placer- dolor, miedo-deseo, son los binomios comunes que regulan la constante oscilación del individuo que rechaza en algún aspecto el momento presente. Así se consolida la percepción de que soy “alguien” en el mundo: una voluntad separada, luchando para controlar o corregir este momento, para ganar o evitar perder, para conseguir o eludir…para sobrevivir.

La adicción es la dinámica que parece necesaria para vencer esa angustia de separación.

Tanto “el rechazo del momento presente”, como “la angustia de separación / individuo separado” o “la búsqueda de felicidad” son formas equivalentes que describen el movimiento o la lógica de la adicción que busca PAZ, PLENITUD, FELICIDAD, LIBERTAD.

Esta búsqueda está determinada por la ignorancia fundamental o el pecado original: la ignorancia de nuestra identidad real. Es decir, buscamos lo que (ya) somos. Y al (re)iniciar la búsqueda “olvidamos” nuestra verdadera esencia o lo que Gurdjieff llama: “el olvido de sí”.     

El espejismo

Cuando consumimos esa copa de vino, fumamos ese cigarrillo, engullimos ese bizcocho, o nos refugiamos compulsivamente en el gimnasio, la carencia cesa momentáneamente y deducimos que es el objeto/sustancia/actividad que nos liberó del sufrimiento o de esa persistente sensación de carencia.

Debido a este espejismo cognitivo, al cesar la pausa y reiniciarse la búsqueda, volvemos a reincidir y volvemos a la carga con la misma estrategia, con la misma adicción. Tras breves momentos de gratificación y felicidad, la vieja desesperación vuelve al candelero y el buscador vuelve al acecho del objeto. Volvemos a visitar nuestro particular mercadillo de los remedios buscando con ahínco y urgencia el objeto reparador. La adicción está servida.

Sucede que no reconocemos con claridad que no es el objeto o la adquisición/consumo del objeto que transfiere el sabor o la cualidad de esa experiencia de PAZ/FELICIDAD/PLENITUD. La experiencia de paz aparece como consecuencia del cese de la actividad de la mente. En esa pausa el velo de la ignorancia se disipa brevemente y trasluce por un momento nuestra esencia real que experimentamos como PAZ, FELICIDAD y PLENITUD. Es como si el cielo cubierto de marañas de pensamientos y emociones se despejase por un instante mostrando su radiante y azulada naturaleza innata. 

La naturaleza del buscador

La adicción es necesidad…la adicción “necesita” para paliar la carencia percibida. El individuo es esa carencia, el centro nuclear de la adicción, y el mecanismo de búsqueda que se activa intermitentemente. En el momento que se activa la búsqueda (re)aparece el sufrimiento, la inseguridad y la necesidad de control porque el individuo buscador presupone que esa PAZ/PLENITUD/FELICIDAD no está disponible “aquí” y “ahora”.  

Ese buscador no es otro mecanismo que la contracción discontinua de la mente que imprime sus limitaciones sobre los objetos que refleja. La identificación con esa limitación conforma esa arquitectura liquida que llamamos “falso-self”.

EL falso self 

¿Por qué es el “falso self” un falso YO? Es un “falso-self” o falso-yo porque es reflejo de una fracción de la totalidad con la que nos identificamos: YO SOY este individuo fraccionado y limitado tratando de recuperar la PAZ/PLENITUD/PAZ perdida.  

Es como si una niña que representa a Caperucita Roja pensara que ES Caperucita y olvidara su identidad real. El olvido de si es crea una visión túnel que excluye momentáneamente la totalidad de lo que es.

El “falso self”, siguiendo esta metáfora, es el disfraz de Caperucita, mientras que la verdadera identidad es la totalidad de la realidad: “niña actuando en este momento de Caperucita”.     

 La identidad puesta en el disfraz de Caperucita o ese “falso-self” activa la inseguridad, el control y la carencia. Activa la adicción. El “falso-self” es, como decíamos anteriormente, la necesidad, la carencia…la adicción. 

El fin de la adicción

La verdad te hará libre y la verdad te librará del sufrimiento y de la adicción.

¿Qué verdad? La verdad de la experiencia o de este momento y la verdad de TI.

Presencia e impermanencia son dos aspectos simultáneos de la realidad que no podemos separar.  Dice el Viveka Chudamani, la gran joya del discernimiento, que la liberación consiste en discernir lo real de lo irreal o lo permanente de lo impermanente.  

De esta manera, en vez de girarnos hacia el mundo impermanente de los objetos tratando de solucionar el malestar, en vez de huir de la sensación de malestar, giremos nuestra atención hacia aquello que conoce el malestar. Giremos nuestra atención hacia aquello que no cambia.

Aquello que conoce el malestar es el fondo de todo lo que es, la presencia o nuestra identidad real. Es SAT-CHIT-ANANDA, VERDAD-CONSCIENCIA-FELICIDAD. “Aquello” que conoce el malestar y no requiere solucionar el malestar, es nuestra identidad real.  

Para explorar este punto, hazte simplemente la siguiente pregunta:

¿Podría vivir eternamente con este malestar?

No formules esta pregunta como pregunta de examen sino como punto de exploración o auto indagación.

Desde el punto de vista del individuo separado, la respuesta será de no poder soportar ese malestar, pero la posición impersonal, la posición real, es decir, la posición desde la presencia que eres no tiene preferencias respecto a ninguna experiencia. Ninguna experiencia resta o añade a lo que ya eres: pura consciencia. No hay malestar que te quiebre como no hay tormenta que sea capaz de partir el firmamento.   

Toda experiencia, incluido el sufrimiento, dolor o malestar, es tan solo un objeto limitado que aparece y desaparece en forma de experiencia en esa realidad mayor que eres.   

“YO SOY” es el espacio inmutable en el que todo acontecer aparece y desaparece.

El reconocimiento “YO SOY”, morar en la VERDAD/REALIDAD/FELICIDAD que eres, disuelve lo que no es, disuelve la mentira, disuelve el “falso-self”, la falsa identidad, y con ello la raíz de toda adicción y sufrimiento.

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