\\\»Advaita no es un sistema, una religión o técnica, tampoco es una filosofía. Es simplemente la verdad.\\\» Jean Klein
Gurdjieff decía que la mayoría de los seres humanos están y permanecen dormidos en sus vidas, atrapados en su sueño personal donde responden como autómatas a los estímulos del mundo. Así, la gran mayoría vive confinada en sus complacientes ruedas de hámster viendo pasar en un suspiro el tren de su vida.
Hay quienes tratan de manejar la maquinaria del tiempo respondiendo con el hacer, -haciendo más o haciendo menos-, pero siempre haciendo, para tratar de imponerse con el movimiento a la acechante muerte. Y cuanto mayor la intención del ajetreo y mayor la necesidad de control, menor el resultado y mayor el desgaste y la desilusión, porque refuerza aquello que requiere ser “liberado” para encontrar la paz: el ego. El miedo a la muerte no es más que la experiencia del sabor a la desaparición de nuestro personaje construido, de nuestra falsa identidad.
Cada movimiento que tratamos de imponer mediante logros, adquisición de objetos, sustancias, relaciones…, refuerza nuestra ignorancia fundamental acerca de nuestra identidad esencial y nos mantiene en esa desoladora e impotente sensación de separación con la vida. Cuanto más buscamos, más nos alejamos del reconocimiento de lo que ya somos, porque suponemos que aquello que buscamos -la felicidad, paz y plenitud-, no está “disponible” aquí y ahora, sino en otro lugar y en otro tiempo. No reconocemos que nuestra naturaleza fundamental ES felicidad, ES paz, ES plenitud, ES libertad…, y por lo tanto no puede ser encontrada ni adquirida. Tan sólo puede ser reconocida.
Toda búsqueda es la búsqueda de un objeto y está orientada al futuro. Es la ignorancia que nos consume en esa batalla que no tiene fin. La ignorancia acerca de la identidad real de ese buscador, la ignorancia acerca de quienes esencialmente somos, determina y mantiene el eterno giro de la rueda del sufrimiento, la rueda del Samsara.
Lector, sigue buscando tu felicidad, tu libertad y tu paz en tus logros profesionales y personales, en la adquisición de propiedades, en relaciones, en mayores placeres, vacaciones y divertimentos… hasta que te agotes definitivamente, hasta que toques fondo, hasta que la esperanza te abandone definitivamente. Busca hasta que te rindas y reconozcas por fin que “no es por aquí” y no tengas más salida que mirar en otra dirección. En ese momento te invito girar tu mirada: de la fijación en los objetos, al sujeto de toda experiencia. Ese sujeto, que, al carecer de cualidades objetivas, nunca podrá ser visto o encontrado, pero sí reconocido.
Ese sujeto, el simple conocer de toda experiencia, eres Tú.
La eterna búsqueda
Ya comentamos en ocasiones anteriores que la búsqueda de cualquier ser humano, es una búsqueda fundamental de paz, plenitud, libertad, felicidad.
Es precisamente la ausencia de paz lo que percibimos como sufrimiento y que, tal y como decían Buda y, entre otros, también Gurdjieff, forma parte de la condición humana. Esa felicidad duradera que anhelamos no puede encontrarse en la adquisición de objetos, sustancias, actividades, estados de ánimo o relaciones. No puede encontrarse allí, porque la felicidad no es un estado u objeto transaccionable.
En nuestra ignorancia y desesperación volvemos una y otra vez a ese mercadillo de los remedios en una búsqueda sin fin, pero fracasamos reiteradamente porque la naturaleza de la felicidad no puede ser adquirida. La naturaleza de la felicidad es simplemente la expresión de nuestra realidad más fundamental y que experimentamos cuando la densidad de emociones, pensamientos y sentimientos, temporalmente, cesa. La fascinación de nuestra atención por los objetos de la experiencia no permite que reconozcamos el fondo de plenitud y paz que comprende todo, que todo lo contiene y en el que todo se manifiesta. La felicidad percibida es simplemente la experiencia del cristalino fondo durante la intermitente pausa del buscador. Cada vez que hay una pausa en la narrativa de la búsqueda, cada vez que desaparece el buscador, experimentamos la felicidad absoluta e íntima que anhelamos.
Por lo tanto, es el simple reconocimiento de nuestro SER donde hallamos la realidad más fundamental de quienes somos y, por tanto, la fuente real de la felicidad. El giro definitivo y fundamental de esta central preocupación humana consiste en comprender que a la pregunta “cómo puedo ser feliz” tan sólo encuentra respuesta a la pregunta “quién o qué soy yo”.
Descubrir que la paz, la plenitud, el amor está eternamente presente en nuestra naturaleza esencial y totalmente disponible en cada instante, es el reconocimiento más importante que puedes hacer en tu vida.
Toda búsqueda de felicidad es una búsqueda de uno mismo, de la identidad real, de la verdad y realidad acerca de quienes somos. Amor, Felicidad, Verdad y Realidad es la misma búsqueda.
El mensaje advaita
En la transcripción del juicio a Juana de Arco, cuando le preguntan cómo sabía que era la voz de San Miguel la que escuchaba, contesta: “−Porque tenía voz de ángel. −¿Cómo sabe usted que era una voz de ángel? −Porque tuve la voluntad de creerlo.”
Vivimos inmersos en creencias aprendidas e introyectyadas que no cuestionamos. Vivimos en gran medida en el dogma, en la voluntad de creer. Creer es no conocer. Creer es vivir a espaldas de lo que es, vivir a espaldas de la experiencia directa, vivir a espaldas de tu autoridad real, vivir a espaldas de la Verdad. No me refiero a la verdad personal de cada uno sino de la verdad impersonal, de aquella que, como decía Platón, no está en manos de los hombres.
Así vivimos condicionados culturalmente creyendo que la vida está hecha de personas y objetos separados. En esta separación, nos sentimos \\\»aislados\\\» el uno del otro. También nos sentimos \\\»separados\\\», tal y como venimos diciendo, de esa felicidad y satisfacción duradera que anhelamos e intuimos en nuestro fondo y que seguramente hayamos experimentado alguna vez en nuestra vida. La insatisfacción o malestar activa al buscador en nosotros e intentamos de todo: terapias, coaching, compras, relaciones, posesiones, programas de auto-ayuda, promociones profesionales, religión, drogas y mucho más.
El mensaje advaita (no-dualidad) dice que la verdadera naturaleza de la realidad es no-dual. No-dualidad significa \\\»no dos\\\» (Advaita en sánscrito). Esto significa que no hay separación real en la vida. Es sólo nuestra excesiva fijación y fascinación por la mente (es decir, el pensamiento dualista) lo que hace que parezca que las cosas existen por separado. En el budismo, \\\’Samsara y Nirvana son uno\\\’, lo que significa que la naturaleza del mundo y la esencia de la mente son idénticas. De hecho, las palabras \\\’Conócete a ti mismo\\\’, grabadas sobre la entrada del templo de Apolo en Delfos, indican que en la base misma de la civilización occidental se encuentra la comprensión no dual de que nuestro conocimiento de nosotros mismos no es solo el medio por el cual se puede encontrar paz y felicidad duraderas dentro de un individuo, sino que también es la base para la paz entre individuos, comunidades y naciones.
Las enseñanzas advaita y neo-advaita nos invitan a parar y mirar y daros cuenta con la experiencia directa, que en nuestra realidad fundamental no somos individuos separados. No estamos \\\»aislados\\\» de la vida, de las “cosas” y de los demás. Con esta comprensión, la búsqueda termina. El buscador se diluye. El conflicto con “lo otro”, con los demás y el mundo, se disuelve. Todo es uno. A través de la comprensión no-dual, vivimos la vida con menos fricción, con menos miedo y radicalmente en el AQUÍ y en el AHORA. Ya no requerimos analizar y reparar constantemente el pasado, definir nuestra identidad con mejores etiquetas, ni perseguir y controlar nuestra felicidad, seguridad y libertad en el futuro.
La no-dualidad es la experiencia de la consciencia, nuestra verdadera naturaleza, que se manifiesta como SAT-CHIT-ANANDA, felicidad, consciencia y realidad absolutos.
De aquí a la eternidad
Cada hacer (del buscador) refuerza la existencia de un hacedor que cree controlar el destino a su voluntad. No es el hacer, la acción en sí, la que crea la esclavitud. La esclavitud deriva de la noción falsa de que “yo soy el hacedor”. Mira en tu experiencia y veras que no existe realmente hacedor. El hacedor es una construcción temporal que deriva de la actividad recurrente de la mente y que impone una serie de etiquetas pretendiendo dar consistencia a una identidad superpuesta. Pero nada que pueda ser pensado o percibido es tu YO REAL. Tu identidad es “aquello” que percibe lo percibido, “aquello” que conoce lo conocido. La continua identificación con la falsa identidad es la causa matriz del sufrimiento humano.
Cuando se da el hacer, cuando se da la acción, y se actúa simplemente de acuerdo al sentimiento que deriva, sin superponer ninguna narrativa adicional, toda acción dejará de tener ese peso, esa fricción que deriva de la adscripción del hacer a un hacedor.
Tal y como dice el proverbio zen \\\»Antes de la iluminación, cortar leña, llevar agua; después de la iluminación, cortar leña, llevar agua.\\\» Nada cambia y todo cambia tras el reconocimiento (iluminación) de lo que (absolutamente) ES. Lo que cambia es que la actividad se realiza sin la fricción de un personaje que interviene.
Para encontrar paz y felicidad duraderas realizamos una investigación sobre la naturaleza de nuestra identidad fundamental.
Para ello simplemente busca en tu experiencia aquello que no aparece, aquello que no se mueve, aquello que no cambia, aquello que no evoluciona, aquello que no desaparece. Busca aquello que no es objetivable ni perceptible, aquello que no es un objeto.
Lo que queda de la resta es puro vacío, puro espacio consciente. Lo que queda es pura (quitar) presencia, eterna e ilimitada. Queda lo esencial, es decir, aquello que queda cuando lo no esencial ha sido eliminado. Sólo queda puro conocer de todo lo que es. (¿Has experimentado alguna vez algo más que el simple y puro conocer de tu experiencia?). Queda aquello que es nada y lo es todo. Queda lo eterno, inmutable e infinito. Queda tu auténtica naturaleza. Lo que queda es “YO”.
Siempre que gires tu atención a la experiencia de ver en vez de al objeto mirado, te encontrarás con la eternidad. Encontraras todo lo que ES. Te encontrarás a ti mism@. (Re)encontrarás la eternidad.